24 Nov ALCAÑIZ, NUEVA SEDE PARA ALBERGAR EL PREMIO -DARÍO VIDAL LLISTERRI-
“El paraíso no es un lugar, es un estado de consciencia”, este año 2023 la ciudad de Alcañiz es el paraíso por albergar estas jornadas gastronómicas, por traer el premio Darío Vidal Llisterri y por el compromiso que ha tomado este ayuntamiento en reunirnos aquí.
El acto conducido por la directora de el periódico -La Comarca- Eva Defior fue entrañable y excelso por todo lo que se contó y aconteció. Abrió el turno de palabras el anfitrión y alcalde Miguel Ángel Esteban, para poner de manifiesto el pasado humanista de la ciudad y expresar lo que significa que la sede del premio este ya en Alcañiz.
Este año, los tres hijos de Darío estuvieron presentes en el acto y hablo Miguel en nombre de la familia para agradecer al ayuntamiento todo lo que esta haciendo para honrar la labor de su padre.
Luego el que redacta este artículo tomo la palabra para compartir al público la esencia y lo que significa este premio para la sociedad aragonesa.
Una vida sin objetivos carece de sentido, de hecho, la vida es un objetivo en sí misma, donde cada uno a de llenar con responsabilidad y compromiso. Este premio tiene un objetivo y un nombre, el ilustre vecino de esta ciudad, Darío Vidal Llisterri.
Llevamos unas pocas personas desde hace un lustro trabajando sin descanso para expresar y compartir un proyecto en total sinergia con la obra de Darío y todo lo que se circunscribe en torno al patrimonio alimentario aragonés.
En la vida no se viene a ganar, ni tampoco a perder, ni a quitar o pelear, se viene a hacer, a construir, se vive para expresar la mejor versión de uno mismo, crear, colaborar, aprender de uno mismo y con lo que los otros nos enseñan. No podemos tener la arrogancia de saberlo todo, pero si la humildad de preguntar y dar lo mejor que tenemos. Vemos como la sociedad pierde los valores, la materia nos atrapa y nos está asfixiando y la falta de aire no nos deja ver más allá. Es cierto, estamos hechos de materia, pero tenemos la capacidad de elegir para que nuestro compromiso este al servicio del espíritu, de la vida, incluso más allá de nuestra existencia.
Y esa fue mi elección, crear un premio donde reconocer a un ilustre aragonés (Ya se imaginan de quien estoy hablando) y a través de su figura distinguir a las personas que son parte consustancial en la conformación y cultura de un plato. Porque el último habito que un ser humano abandona es el credo por su cultura alimentaria, incluso después de su lengua natal. Por lo tanto, será importante salvaguardar y documentar a personas que dado su avanzada edad y el deteriorado o nulo relevo generacional están manteniendo contra pronóstico joyas que se pueden disfrutar con los cinco sentidos y son parte de la historia de nuestro pueblo. Hablo de personas anónimas que han salvaguardado una semilla vegetal, una raza animal local, una receta tradicional o un aspecto que fortalezca y agrande la cultura culinaria de Aragón.
Hay dos personas que son clave y quiero agradecer personalmente pues sin ellos quizás hoy no sería esto realidad. Valeriano Tella y su mujer Ana Royo. Ellos entendieron el mensaje en enero del 2019, colaboraron codo a codo y pusieron la feria de FEMOGA como lugar de celebración, y en septiembre de 2019 se presentó el premio en sociedad en la sede Comarcal de los Monegros en un acto multitudinario. Dos ediciones se han fallado en la capital de los Monegros y hoy ya es una realidad en la capital Alcañizana.
El criterio y gestación de este premio no es otro que el de estar al servicio de la creación, de la naturaleza, de los principios y valores que siempre en todas las civilizaciones los grandes humanistas, filósofos, así lo expresaban, estar cerca de la verdad. Todos deberíamos preguntarnos como podemos hacer que los valores que hemos recibido puedan seguir expresándose hoy, mañana y siempre.
Integrar esta evidencia no es mental, va más allá, es meter en las entrañas esta verdad y principio de la humanidad, abrirse al colectivo es la llave para reconocerse y comprenderse uno mismo, ese es el acceso, es cruzar el umbral para descubrir la verdadera esencia de la que estamos hechos. Y de esta sustancia estaba hecho nuestro admirado y amigo Darío Vidal Llisterri. El cómo gran caballero, sabía muy bien que el acceso a la consciencia pasa por la humildad y prueba de ello era su capacidad de observación y escucha, su legado es fruto de su pasión por la vida. Darío Vidal no buscaba reconocimiento, estaba dentro de él, no ansiaba prestigio y notoriedad, estaba satisfecho, tampoco pretendía aparentar y mostrar lo que no era, no le hacía falta. Darío fue un hombre leído, íntegro y una persona de palabra. La sencillez era otra de su virtud que le acompaño en su vida, por ello volvió a su tierra y no porque sea menor su elección, sino porque fue un hombre de gran corazón y sabía el lugar donde debía estar.
Estamos viendo como el mundo está agotado de la arrogancia de los seres humanos, la vida es sencilla y el ser humano busca complicarlo todo. La energía de división debemos dejarla atrás, no trae nada bueno ni incluso para los que creen que hacen buen negocio. Es tiempo de unidad, la vida es una, la tierra es una, cada ser humano es uno, tratar de esconder o cambiar esta evidencia es no haber entendido nada.
Por este motivo tengo que decir, gracias, Alcañiz, gracias, Miguel Ángel, gracias una vez más a la providencia. No hay nada que merezca la pena en la vida, que antes no haya necesitado de entusiasmo, fuerza, ilusión, tenacidad y certeza.
Hoy este premio es ya una referencia en nuestra comunidad, porque todo lo que le rodea esta confeccionado después de una reflexión meditada. Tantas veces le hoy a Darío, “en Aragón somos pocos, pero no poco”. En los ratos de tertulia que compartí con Darío, un tema que sacábamos frecuentemente era la desconexión que había en la sociedad entre lugares, alimentos y personas y nos sorprendía de manera triste observar cómo era posible que la sociedad miraba para otro lado ante la devastadora erosión cultural y culinaria.
De esas reflexiones venía constantemente a mi mente, hay que crear un proyecto donde se pueda reconocer a la gente sabia y anónima del campo, de la ganadería, de la cocina, de todos esos ámbitos profesionales que están conectados con el plato. Esas personas que con su paciencia y desinterés han ido confeccionando las piezas de lo que hoy es la identidad y singularidad culinaria de esta comunidad autónoma, en base a la riqueza y exuberancia de la huerta, el campo, el corral y los ríos.
Recordando algún texto del prolífico Darío, en su obra Cierto Sabor un capítulo habla del “Riesgo de aculturación” donde dice, [Esa comida -sin origen- <sin origen conocido y próximo < condimentada sin mimo y ajena a la mano del hombre como los piensos de engorde destinados a las bestias, atenta contra nuestra condición de personas]. O este otro apunte en el capítulo “La intromisión del Lucro” allí nos deja; [A esto del arte de comer le está sucediendo lo que a la venerable ciencia de los remedios hace un siglo, La nutrición ha caído en manos de la industria como cayeron los fármacos antes.]
La gastronomía aragonesa es, y no caigamos en los perjuicios que a veces tenemos en esta tierra de que todo lo de fuera es mejor. Si no ha habido cocina en esta tierra, me pueden decir de donde salieron Ruperto de Nola, Juan Altamiras o el propio Teodoro Bardají. Actualmente ni en las casas, ni en los colegios, ni tampoco en las escuelas de hostelería de Aragón se habla ni se conoce cuál es la raíz o el germen de la gastronomía aragonesa, pero esto no es lo más escabroso del asunto como recogía el propio Darío Vidal en uno de sus capítulos en su obra “El Cuarto Sentido” (año 1993). [no he podido evitar el recuerdo de cierto reciente conclave de supuestos aficionados a la buena mesa, alguno de ellos sustentó la tesis de que no existía la cocina aragonesa, con un mohín de empachado buen tono, acaso para no correr el riesgo de que le tachen de provinciano.
Yo, aun a riesgo de ponerme en entredicho, debo reconocer que la conocí desde la primera infancia. Es una cosa de tradición familiar. Lo que sucede es que ciertos eruditos a la violeta que ni han leído, ni han viajado, ni han comido, ni, por supuesto, se han tomado la molestia de indagar entre guisanderas, rancheros, hortelanos y pastores, tienen la audacia de opinar sin conocer y la osadía, muchas veces, de negar las cocinas regionales para, a renglón seguido, afirmar la cocina nacional, cuando todo el mundo sabe que las cocinas nacionales son la decantación de las existentes en los distintos territorios. No puede ser de otro modo, por muy inclinado que uno se halle al idealismo. Los más prestigiosos gourmands y los más reconocidos teóricos del arte coquinario de Francia, han reconocido este extremo cuando se refieren a sus propios fogones. Aquí, por lo que se oyó aquella noche, sucedió al revés. Ya se sabe que en estas tierras es todo diferente. Aquí surgió la cocina española, como Afrodita de la espuma, por un acto volitivo de los dioses de la panza, por un puro impulso milagroso y de la nada. Aquí no hubo romanos, ni godos, ni moriscos, ni judíos. Nadie había sentido la necesidad de comer y nadie tuvo ocurrencia culinaria alguna, hasta que un día apareció la cocina española.
Es Verdad que, hasta el momento, ninguno de esos eruditos sin título, ninguno de esos connaisseurs sin credenciales, ninguno de esos especialistas de repente, que firman lo que otros escribieron, muchas veces, han podido fijar la fecha aproximada de ese feliz suceso. Aunque no hay que desesperar: no hay nada que se les resista. Un día nos dirán en qué fecha apareció, emergiendo virginal de las aguas, la cocina española.
Tan risible es que quienes se reúnen a hablar de cocina de Aragón nieguen la cocina aragonesa, como que supongan, ingenua o maliciosamente, que cumbres como Ruperto de Nola, Juan Altamiras o Teodoro Bardají puedan surgir sin un fermento, sin un clima favorable y sin una tradición consolidada.]
En este texto vemos como deja entrever además del poco conocimiento de la cocina aragonesa por aquellos que deberían dar ejemplo, así como del expolio que le hicieron unos pocos a Darío y otros miraron para otro lado. Esta canallada ha entorpecido en promover la cultura y riqueza de la gastronomía aragonesa. Una vez más el ego, el protagonismo inmerecido de media docena de personas, su actitud ha tenido un efecto negativo en toda nuestra comunidad. Hoy, tanto el libro, como este premio, edificando y reconociendo a los primeros protagonistas del plato es un buen camino para empezar a escribir una nueva página de la historia culinaria de Aragón.
Estamos ante una encrucijada mientras el sabor se ha ido de paseo, y parece que el único propósito del poder es un alineamiento de la sociedad donde se coma lo mismo y se piense igual.
Hoy, autoridades, distinguido público, debemos sentirnos satisfechos por varios motivos, primero porque el premio Darío Vidal está en casa, segundo porque el mejor recetario aragonés del siglo XX ha salido a la luz para satisfacción de esta tierra. Un trabajo minucioso y único en su estilo el del libro “El arte de la cocina aragonesa”. Y por último porque si todos arrimamos el hombro, Alcañiz puede ser el fermento para recuperar y poner las bases de la cocina aragonesa basada en una conexión honesta y franca con el territorio.
De este modo les presento este premio, como una alianza para recuperar lo que es nuestro, la identidad, la singularidad, la esencia, de aquello que se ha construido durante generaciones y que hoy casi desconocemos.
Estamos ante la puerta de una nueva cultura alimentaria, donde la relación entre personas, lugares y planeta toma cada día más fuerza. Estamos ante el renacimiento de un nuevo concepto culinario, de salir de las apariencias, de la comida plastificada. El modo de alimentarnos es un eje transversal que nos atañe a todos. Por eso hay que buscar nuevos equilibrios donde los productores se conviertan en los primeros protagonistas de lo que acontece en el plato y el patrimonio alimentario local tome una relevancia mayor en la confección de la cesta de la compra. Condiciones indispensables para mantener la identidad tradicional a través del sabor, la cultura y la historia de un territorio. El rol de los profesionales de cocina es la gran baza para este cambio, su posición y ejemplaridad son determinantes.
Actualmente hay mucho conocimiento, pero poca conciencialización, poca vivencia de las cosas que hacemos, que decimos, que somos. Y todo cuanto hacemos tiene consecuencias en el plato, en el territorio y en el planeta.
Este premio quiere recoger todos esos aspectos que dan sentido, valor y reconocimiento a las personas por lo que son, no por lo que aparentan.
El ser humano se adapta a cualquier cambio y el aspecto que más y mejor pervive incluso más que la lengua propia es la cultura alimentaria. Decía Josep Pla, que la memoria culinaria, personal o colectiva es las más susceptible de pervivir. La pregunta es que nos queda de la cocina aragonesa.
Estas Jornadas son la antesala de lo que está por llegar para reivindicar la cocina aragonesa, pero no somos únicos, el Restaurante el Foro está elaborando platos del recetario y la escuela de cocina el Azafrán en Zaragoza están organizando cursos para satisfacción de sus clientes.
El objetivo es consolidar este premio como referencia en Aragón y España. De modo que la cocina identitaria, singular, local, basada en la biodiversidad vegetal y animal se muestre con vehemencia en las mesas de las casas y de los establecimientos de hostelería. Hoy se pone la primera piedra del nacionalismo alimentario como eje y motor de cambio para la sociedad del siglo XXI, un aspecto que va a tomar cada día más fuerza dentro del panorama social e institucional.
Con la confianza en esta ciudad, en sus habitantes, agradeciendo al ayuntamiento, a su alcalde, a los hijos de Darío, larga vida a este premio y gracias a Darío Vidal por su siembra, hoy recogemos unos frutos que seguro vamos a seguir sembrando para que el ciclo no se detenga y los hijos evolucionen en la manera que nosotros sembramos.
Este año como novedad se han organizado las I Jornadas Gastronómicas de Alcañiz, con la participación de 20 establecimientos de la ciudad. Esta propuesta esta inspirada en el periodista y escritor Darío Vidal. Cada establecimiento realizara una tapa, un plato o un menú en torno al recetario de Dario Vidal Llisterri editado por Ismael Ferrer durante el presente año 2023.
Liceo, Parador de Alcañiz, El Mercado, Micelios, Restaurante Meseguer, Restaurante Empeltre, Empeltre Tapas, Hotel Guadalope, La Chesita, Gastrobar, Lalola, Café Bar Venecia, La Ribera, Merino´s, Restaurante El Trillero, Cafetería Goya, Los Álamos, Épsilon, Hotel Ciudad de Alcañiz, Bar Huesca y Cafetería Rangel.
A todos los participantes se les ha agradecido su apoyo incondicional y el ayuntamiento ha reconocido su labor con un diploma por la dedicación y colaboración para homenajear al insigne alcañizano Darío Vidal.
Cambiando el hábito de comer, cambiamos el mundo.
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