16 Nov TRIGO ESPELTA MENOR DE POMAR DE CINCA Y AZAFRÁN DE ATARÉS
La familia Palacín de Pomar de Cinca, lleva más de una década cultivando y elaborando en ecológico uno de los trigos con más historia y potencial nutricional para el consumo humano, “Espelta pequeña”. Por todas las cualidades que tiene resulta muy interesante para hacer recetas con más sabor, más olor y más color.
Los estigmas del azafrán “Crocus sativus” ofrecen tres cualidades; color, aroma y sabor. El color, uno de los más espirituales; el aroma, uno de los más embriagadores; y el sabor, el más delicioso al paladar. Además de todo eso, el azafrán aporta a los platos personalidad, singularidad y todo el glamour que atesora esta maravillosa especia.
Actualmente en el Altoaragón estamos de suerte, se está retomando el cultivo y podemos encontrar azafrán en Estaña, Benabarre, Castilsabás, Laspuña y Atarés.
MAGDALENAS DE ESPELTA AL AZAFRÁN
Ingredientes
- Harina de espelta menor ecológica de Pomar de Cinca, 500 gr.
- Leche de avena ecológica, 3 dl.
- Aceite virgen extra Verdeña, Negral y Alquezarana de Bierge, 3 dl.
- Panela, 350 gr.
- Levadura royal, 15 gr.
- Huevos de gallina raza Sobrarbe de Velilla de Cinca, 5 unid.
- Azafrán de Atarés, 18-22 hebras.
Elaboración
- Poner la leche, el aceite, la panela y el azafrán al calor durante una hora. Batir de vez en cuando la mezcla para permitir la perfecta sinergia entre el aroma del azafrán y los demás ingredientes.
- Separar las claras de las yemas.
- Sobre las yemas incorporar la mezcla de líquida. Batir bien.
- Añadir la levadura a la harina, mezclar e incorporar poco a poco sobre la mezcla anterior.
- Montar las claras a punto de nieve y verter sobre la masa de las magdalenas. Mezclar con espátula y escudillar sobre moldes de silicona.
- Cocer en horno 10 minutos a 210 º C y luego otros 8-12 minutos a 170 º C.
- ¡¡Buen provecho¡¡
Comentario
Si nos abrimos a la consciencia, podemos reconocer la verdad y comprender la inmensa grandeza que nos ofrece la naturaleza para embriagar nuestro paladar. Perder todo ese crisol de sabores, texturas, perfumes que nos ha regalado la vida por unas malas elecciones es perdernos el gusto que nos ofrece la tierra para llenarnos de felicidad en el plato y en la mesa.
Comer producto local es una apuesta para el mantenimiento y vertebración del territorio rural y en consecuencia dejar un legado a las generaciones venideras.
Cambiando el hábito de comer, cambiamos el mundo.
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